Cuando el silencio de Dios habla
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.” — Salmos 46:10 (RVR1960)
Reflexión
Hay momentos en los que el cielo parece callar. Oras, buscas una señal y solo escuchas el eco de tu propio corazón. En esos instantes el silencio de Dios puede parecer ausencia, pero muchas veces es la forma más profunda en que Él nos habla.
Cuando el ruido se apaga, el alma encuentra espacio para escuchar lo esencial. Dios no solo se comunica con palabras; también lo hace con pausas, con esperas y con la calma que permite nacer la confianza. El silencio te enseña a depender menos de las pruebas visibles y a sostenerte en la certeza de Su presencia. A través de la quietud, la fe se fortalece. Aprender a estar quieto ante Dios es aprender a reconocer que no todo tiene que ser entendido ahora para ser confiado plenamente.
Aplicación
Hoy, antes de comenzar tus actividades, regálate unos minutos de silencio. Busca un lugar tranquilo, apaga las distracciones y respira con intención. No pidas resultados inmediatos; simplemente quédate en Su presencia. Permite que ese tiempo te enseñe a esperar sin ansiedad
y a recibir consuelo sin necesidad de palabras.
Si te resulta difícil, comienza con dos o tres minutos e incrementa el tiempo gradualmente. Anota en tu libreta cualquier impresión o palabra que surja en tu corazón durante la quietud. A veces la respuesta vendrá en escenas, en paz inesperada o en una nueva claridad para tomar
decisiones.
Oración
Señor, gracias por los momentos en que callas, porque en ellos aprendo a confiar más en Ti que en mis sentidos. Ayúdame a no desesperar cuando no oiga Tu voz, sino a entender que también hablas en silencio. Enséñame a ser quieto, a reconocer Tu soberanía y a descansar en Tu amor constante. Hoy decido comenzar mi día con paz, sabiendo que aunque no escucho Tu voz en palabras, Tú estás obrando a mi favor. Amén.
